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~ “Reto en casa”

Si una nueva vida depende de tantos cuidados, atención, energía y destrezas, ¿qué es lo que será necesario para la revelación en la vida espiritual?

Durante tres meses he tenido el privilegio de sentir que el amor invadía todo mi ser de formas que nunca hubiera imaginado:

Tres meses de falta de sueño, amplias sonrisas, dolor de espalda y de ampliación de la capacidad de amar, de continua revelación de recursos. Envolviendo a mi hijo en una manta tejida a mano, viendo sus sorprendidos ojos de Rinpoche; viendo esos mismos ojos cuando se envilecen por el hambre, el dolor o el sueño. Bailando y cantando como nunca lo había hecho antes, incluso más que cuando participé en una maratón de baile hace 20 años. Alimentando amor con amor. Cojeando durante semanas después de un largo parto; de mi cuerpo saliendo leche y sangre.

Feliz por mi disposición y sintiéndome acogida para amar completamente. El amor como sentimiento y el amor como acción – una acción después de otra – pero especialmente amor como poder de inspiración continua, de conocimiento, plenitud, motivación. Incluso en circunstancias imprevistas. Incluso más allá del poder personal para continuar.

Tres meses de preguntarme cuestiones básicas sobre el ser humano. Preguntándome sobre los bebés, sobre todos nosotros. Todos nosotros, que en otro tiempo fuimos tan exigentes, absorbentes y delicados.

Qué maravilla: incluso con toda la ayuda recibida, nunca antes me había sentido con tanta capacidad, tan en casa como en estos tres meses de dar lo que se necesita cuando se necesita. A las 2 de la mañana y de nuevo a las 3 de la mañana si es necesario. Preguntas maravillosas sobre el poder del tacto, de la voz y de los alimentos para aliviar toda una vida. La vida de mi hijo y quizás mi vida. Quizá la de mi madre y la de la madre de mi madre.

Qué maravilla: los médicos, psicólogos y chamanes recomiendan pasar tres meses sólo tocando, mirando, hablando y dando de mamar. Miden pocas infecciones y alergias, mayor flexibilidad e inteligencia. Cuanta más dependencia ahora, más independencia después. También compruebo el potencial inconmensurable, imparable, que se abre ante mis ojos. Veo al niño al que la cara se le ilumina cuando se siente abrazado y querido. Con el conocimiento fundamental de que somos un producto del amor, nacemos para ser amados y amar.

Asumo seriamente que las primeras horas, días y meses conforman el resto de nuestras vidas. Me pregunto cómo será una vida sin las caricias de los primeros meses. Me pregunto cómo puede ser una cultura constituida por seres carentes de amor. Una cultura al servicio de adultos que viajan en primera clase. Me pregunto cómo puede ser una cultura que abrace a los que más necesitan ser abrazados, una cultura que es el hogar al cual todos queremos pertenecer. Un mundo con personas más alegres, adaptables, sólidas, afectuosas.

Todo esto lo sabía antes, pero en estos momentos me siento capacitada para plantear algo que para todos nosotros es básico, tanto si nos gusta o queremos tener hijos como si no: ¿cómo podemos dar los cuidados que estas personas necesitan sobre todo en esos primeros meses tan complicados? Comidas, masajes, colada, conocimientos, aliento. Ampliando nuestros espacios públicos y políticas. Es el desafío de un bodhisattva, dar sabiendo que lo que das no será recordado.

Me hago preguntas sobre el nacimiento espiritual, la forma de crear un hogar para la vida espiritual que surge de nosotros. Me pregunto cómo la práctica espiritual puede darnos acceso a la fuerza y gozo que los padres y bebés necesitan en los primeros meses de vida. ¿Qué es lo que nos impulsa a dar sin parar, a dedicarnos a ellos las veinticuatro horas del día? ¿Qué es lo que nos puede ayudar a gritar, a abarcar las “necesidades espirituales” nuestras y de los demás?

Los dos meses después del parto me dieron más que el parto en sí mismo. ¿Qué es lo que nos puede ayudar a aceptar que un descubrimiento es solo el principio del desafío en una vida con consciencia? ¿Cómo podremos darnos cuenta del potencial inherente de un “proyecto inacabado”? ¿Cuándo pediremos quedarnos en casa con nuestra vulnerabilidad? ¿Cuándo nos permitiremos amar la libertad del espíritu “como una madre ama a su hijo, su único hijo”? ¿Qué nos puede ayudar a descansar en una alineación natural que va de forma urgente y abierta hacia la expansión y la realización?

Tenemos que encontrar formas de ayudar a los bebés y a los padres a alimentar el frágil y potente derecho a nacer. Puede que así, ellos nos puedan enseñar lo natural que es dejar que el amor invada toda nuestra vida.

Posdata. Acabamos de terminar el primer retiro de Open Dharma después del nacimiento de Gyan. Tanto los participantes en el retiro como el personal de la organización me dijeron lo mucho que les ayudó su presencia, sus ruiditos, su suave mirada, sus gimoteos, sus ojos clavados en el fuego mientras cantábamos una tarde. Una mujer me dijo que ella se siente como una niña cada vez que va a un retiro, y que los arrullos y ruiditos del niño en la sala expresaban sus propias revelaciones no verbales. Todos hemos sido bebés. Hemos organizado un retiro cada mes durante este año en España, Francia, Estados Unidos e India. Quizá encontremos formas más específicas y espontáneas para que los pequeños (los “sin voz”) favorezcan un silencio interior que nos enriquezca y expanda.

Jaya Ashmore

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