retiros de meditación open dharma
~ Meditación Tonglen

("enviar y recibir" en tibetano)


I. Reposar en la parte posterior del cuerpo.

Relajarnos y descansar en la parte posterior del cuerpo, conectar con la generosidad natural de la expiración y la receptividad natural de la inspiración.
Con la expiración, siente como el cuerpo (por sí mismo) suelta aquello que no necesita. Pensamientos y creencias de quién somos también pueden soltarse con la expiración. Podemos disolver tensiones, planes y recuerdos.
Con la inspiración, observa como penetra la vida en ti.
Observa como la respiración ocurre por si sola, reposa y disfrútala.


II. Presencia expansiva.

Si conectamos con el espacio que hay al final de la expiración podemos empezar a sentir una sensación de presencia con más espacio, también podemos tener esta sensación si sentimos el espacio que hay alrededor del cuerpo cuando le dejamos respirar.
Disfrutar de la suavidad de la respiración nos puede ayudar a empezar a borrar la pesada sensación de que nuestra piel es nuestro límite, que sólo estamos en el interior de nuestra piel.
Podemos sentir o imaginar que somos tan grandes como el cielo de la noche. La respiración, la mente y el cuerpo son sólo algunas de las estrellas que hay en éste espacio suave.
Hay suficiente espacio para todo, incluso para aquellos rincones secretos del corazón.
Suficiente espacio para que seamos nosotros mismos.
El cielo nocturno es el punto de partida de los siguientes pasos de la meditación y podemos volver a éste cada vez que queramos.


III. Sentir lo que es importante.

Podemos preguntarnos “¿Qué es importante? ¿Para qué están estas células aquí? ¿Qué hace que la vida valga la pena ser vivida?
Podemos lanzar la pregunta en el vacío que hay después de la expiración, y esperar la respuesta natural, ver como la inspiración responde a la expiración. O simplemente podemos hacer la pregunta a ese lugar profundo que conocemos en nosotros. No hace falta que la respuesta sea en palabras, aunque a veces nuestras palabras más genuinas nos ayudan a conectar con lo que es importante en esta vida.
Si no podemos sentir con claridad la textura y el sabor de lo que es importante, entonces podemos recordar algún episodio en el que experimentamos claridad, libertad, alegría, sensación de estar en casa o de ser amados, a la vez que recordamos sonidos, temperatura, postura, etc..
Una vez podamos sentir lo que “Pema Chodron llama la “textura” de la experiencia, entonces podemos soltar las imágines y los detalles del recuerdo, y nos podremos quedar con la textura.
Conoce la textura, observa si eleva o se enraíza, si emana fluidez o quietud, si es expansiva o recogida, o todo esto a la vez.
Sumérgete en esta textura, deja que las células te digan “sí” y obsérvala en cada rincón de tu ser.
Al inspirar, conecta con la textura de una forma muy viva. Al expirar, llénate y (eventualmente) emana esta textura.


IV. Sentir lo que es difícil.

Descansa de nuevo sobre “el cielo nocturno”, deja el ejercicio previo un rato. Piensa en un momento difícil tuyo o de otra persona; no algo que te sobrepase pero si algo que mueva tu corazón, algo que puedas sentir.
Escoge algo específico y claro, y conecta con la textura de ese momento ¿quema? ¿pincha? ¿te acelera? ¿te bloquea? ¿es pesada? ¿es cortante? ¿ es densa? ¿es oscura?.
A menudo, nos resistimos a sentir la auto-duda o el peso de la soledad y podemos incluso
añadir resistencia a la dificultad.
Simplemente da la bienvenida a “la textura de lo difícil”; al cielo nocturno en la inspiración. Finalmente, no hay necesidad de fijar, explicar, esconder o luchar. Simplemente hay suficiente espacio en el cielo nocturno para este dolor también.


V. Ofrecer y recibir.

Recordando el cielo nocturno, continuamos dejando que la inhalación nos lleve a la intimidad de la textura de lo difícil. En la expiración podemos reconectar con al textura de lo que amamos de la vida, la textura de lo que es importante.
Podemos dejar que la expiración nos llene y rebose. Si nos enfocamos en una persona específica y no en nosotros, podemos dirigir la suavidad (o el tipo de textura que sea) hacia esa persona.


VI. Jugar con preguntas.

Podemos preguntarnos si hay suficiente suavidad. ¿de dónde proviene? ¿a quién le pertenece? ¿es mi secreto?¿es esto para lo que todos y todo estamos viviendo o buscando?
También podemos cuestionar los secretos profundos y oscuros con los que los humanos pensamos y vivimos. ¿hay sólo una persona que siente soledad o cualquier otra dificultad? ¿hay alguien en la sala (o en este país) que pueda haber sentido la misma dificultad? ¿hay alguien que nunca la haya sentido?
¿cuántos miles de personas pueden estar sintiendo rabia, pánico o vergüenza ahora mismo en nuestro planeta?
¿esta ansiedad o desesperación, es mía o suya? ¿a quién pertenece?
¿de dónde saca la energía?


VII. Ampliar la fluidez.

¿Por qué no?
Podemos expandir nuestra visión. Podemos dejar que la inspiración dé la bienvenida a la textura de lo difícil que todos compartimos. Hay suficiente sitio en el espacio. Y podemos dejar que la expiración comparta lo que es más preciado para nosotros. Cuanto más demos más encontraremos.


VIII. Descubrir el tesoro.

Podemos tardar algunos días, incluso semanas hasta hallar el ritmo de esta práctica. A medida que nos familiarizamos con esta técnica de la inversión, en lugar del habitual alejarnos de lo difícil, quizás nos demos cuenta de que nos ayuda a descubrir un círculo natural y fluido de generosidad transformadora.


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Invertir completamente la lógica del ego, que es como decir invertir la lógica del sufrimiento . . . respiras en la causa del sufrimiento..., que es una fijación.

(Pema Chödrön, Start where you are, p. 38)

Tienes que trabajar con los dos . . . el sufrimiento inmediato de una persona y el universal de todos. . . . no teórico, no estrecho.

(Pema Chödrön, Start where you are, p. 39)

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La idea es desarrollar un sentimiento de compasión hacia mi propia confusión... Es extremadamente insultante para el ego.

(Pema Chödrön, Start where you are, p. 40)

Las cosas que nos sacan de nuestras casillas (que nos vuelven locos) tienen una enorme energía en sí mismas. Por eso les tenemos miedo.

(Pema Chödrön, Start where you are, p. 41)