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~ “Llámame mujer embarazada”

Muchas comadronas americanas, de procedencia africana, en las comunidades rurales del sudeste de los Estados Unidos en el siglo XX, se sentían orgullosas de que ellas pudieran “arar como los hombres, y coger el algodón a la luz de la luna.” Decían que no tenían educación, pero que sus conocimientos sobre partos les hacia poner sus “mentes” a trabajar. (pg. 63, Listen to Me Good, Margaret Charles Smith and Linda Holmes.)


A los tres facilitadoras de Open Dharma— Gemma, Ajay y yo— nos fascina que muchas tradiciones de meditación se refieran a la profundización en la espiritualidad como estar embarazado y el proceso de dar a luz como a la iluminación. La enseñanza es como ser una comadrona. La idea de la resurrección (cristiandad) o de la reencarnación (hinduismo) pasa sin que se note. Pero algunas enseñanzas se refieren a la fertilidad femenina de forma más gráfica. Gautama Buddha, Sahajobai, San Juan de la Cruz, Hafiz, Lao Tzu y Valmiki en el texto sánscrito denominado Yoga Vashisht.

Gautama Buddha dijo que su revelación transformadora surgió del “yoniso manasikara,” al llevar la mente y las investigaciones al “yoni,” otra palabra para vagina o útero. ¿Es el “yoni” de Buda un “espacio” interior donde podemos descansar nuestras mentes, para que otro proceso cobre vida? ¿Tenemos que pensar en receptividad, o pasaje, o poder; rendición, misterio, creatividad, placer, apertura, paciencia y gestación?

En uno de sus poemas, al poeta persa Hafiz le molesta que uno de los facilitadoras más reverenciados por él, le siga llamando mujer embarazada. ¿Por qué Hafiz, quien ya tenía hijos, se lo toma como un insulto?

¿Por qué sabios como Buda y Hafiz utilizan este lenguaje tan específico? ¿Y por qué nos chocan las metáforas que utilizan la sexualidad femenina para hablar de espiritualidad?

En el embarazo físico, las hormonas aumentan el volumen sanguíneo de la mujer un 200%, relajan los músculos y ligamentos, aumentan un tercio la capacidad del corazón y los pulmones y convierten al útero en el órgano más grande del cuerpo (entre 500 y 1000 veces su tamaño original) al cabo de los 9 meses.

En el embarazo espiritual se produce también un proceso de ablandamiento, poder y expansión, que puede durar más tiempo, con mayores altibajos y con mayores cambios en la vida que con el embarazo físico.

Los dos embarazos, el espiritual y el físico, son misterios que se pueden catalogar con calificativos como: poderoso, bello, repulsivo, simple, exaltado, extraño, primigenio, esencial, íntimo, impersonal. (No me extrañaría que Christopherji sienta cierta agitación al leer este ensayo).

Otra cuestión: en India, los discípulos veneran a Buda y a otros sabios con el título de "Bhagwan," que literalmente significa “El que tiene vagina.” (El femenino es “Bhagwati)”. ¿Qué tipo de vagina tienen los iluminados? ¿Y por qué traducimos “Bhagwan” por "el Bendecido," “Sabio,” o “Dios?”

Quizá este eufemismo nos revela una cierta tendencia en lo que pensamos sobre la espiritualidad. ¿Estamos intentando evitar lo terrenal y lo misterioso de la vida espiritual? ¿Tenemos miedo de “estar en un cuerpo” para materializar nuestro potencial espiritual?

Mientras que Buda generosa y sabiamente ofreció apoyo espiritual a los “profanos”, algunos de los cuales se iluminaron, su religión institucionalizó el monasticismo, como forma de medir el compromiso espiritual. El monasticismo también converge con la cultura que dice que primero los monjes, luego las monjas y después los profanos. Situando la espiritualidad por encima de lo “mundano” y los monjes por encima de las monjas, casi da la impresión de que la espiritualidad es masculina y que el mundo de la familia y las relaciones pertenece a las mujeres.

Podemos pensar que este ha sido siempre el orden imperante, pero en la India y en otras culturas espirituales, sabios y sabias, muy a menudo, han tenido parejas e hijos.

Durante siglos hemos seguido la senda del budismo. Incluso hoy, los que buscan la liberación, piensan que tienen que abandonar el hogar, la familia, la sexualidad, cortar con cualquier vínculo que nos ate a este sucio mundo.

En algunos círculos espirituales, tener hijos es, en el mejor de los casos, algo que solo podemos hacer después de alcanzar cierto grado de perfección. Los hijos son una consecuencia costosa de una “urgencia natural”. En el peor de los casos, podemos pensar que los hijos son una carga en un mundo con superpoblación y que nos distraen de nuestro camino espiritual.

Una consecuencia de esa situación, es que las personas con sensibilidad y pasión por alcanzar estados de liberación con frecuencia dejan el cuidado de los hijos a otros. Y a veces, a lo largo de los siglos, las personas se han quedado sin liderazgo espiritual creativo.

¿Qué senda queremos que sigan las generaciones del futuro?

En las últimas generaciones, los seres humanos hemos tomado un camino que ha supuesto un desastre para el planeta y el corazón humano. Sólo con la dedicación de más de una generación conseguiremos crear el impulso necesario para conseguir la armonía y la liberación. ¿Dónde está la vanguardia de nuestra práctica y de nuestras vidas? M

uchos amigos me comentan que las relaciones, más que cualquier otra cosa, ponen a prueba y profundizan su práctica espiritual. Las situaciones de intimidad entre adultos consiguen ahora una mayor atención, pero ¿escucharemos a los meditadores que llevan años meditando y que nos dicen que los niños les han enseñado tanto como años de retiro o encerrados en un monasterio?

Algunos amigos que tienen hijos y no acuden a retiros se sorprendieron cuando mencioné la necesidad de solucionar el vacío que existe entre paternidad y espiritualidad. “¿Qué vacío?” preguntaron. Para estos amigos, la paternidad es algo profundamente espiritual tanto por sus desafíos —“dejas de ser el centro del mundo”— como por su sorprendente riqueza — “tanto amor”. Una amiga con dos hijas y un largo bagaje espiritual comenta que ella se siente a menudo más tranquila en medio del caos, y lo que es más importante, se ríe de sí misma cuando pierde su equilibrio. Como Pema Chodron resalta en sus historias sobre ser abuelo, cuidar a niños puede ser una de las mejores formas de conseguir desprendernos del “ego” y reírnos de nosotros mismos.

Tanto trayendo niños al mundo como “cuidándolos”, así como en nuestro potencial espiritual, necesitamos establecer nuevos senderos. No todo el mundo ha tenido buenos modelos en su familia. Hace poco me sorprendió escuchar a una persona describir su experiencia de “amor incondicional” de madre – no su propio amor hacia el hijo, sino el de su hijo hacia ella “sin importar que fuera alta, baja, delgada o gorda”. En entrevistas en los retiros, muchas personas comentan que de niños tuvieron que hacer de padres de sus padres. Aunque algunos padres, sin proponérselo, tienen hijos para conseguir amor, la paternidad parece ser una de las pocas áreas en la cultura occidental que nos alienta a dar más de lo que obtenemos. El desafío y la fruta de la vida, tanto “espiritual” como el de la vida “familiar”, puede ser similar: amor y entrega sin calcular el coste, ni lo que vamos a obtener a cambio.

Evidentemente, no todo el mundo desea o se queda embarazado. (Yo tengo 40, y todavía estoy esperando sentir ese deseo de ser madre que algunos amigos expresan). Durante décadas trabajando con familias, el terapeuta Bert Hellinger ha descubierto que las parejas sin hijos necesitan embarcarse en alguna clase de actividad creativa. Además, al dolor que supone un aborto, o no poder tener hijos, hay que prestarle una mayor atención desde una perspectiva espiritual. Abordar estos sentimientos nos puede llevar directamente al útero espiritual.

Desgraciadamente, a muchas personas en los círculos espirituales les da vergüenza admitir esos sentimientos tan “mundanos”, incluso el deseo profundo de querer tener niños.

¿El milagro cura?

Quizá la división estricta entre “práctica en serio” e hijos ha convertido nuestra práctica en un perjuicio.

Durante los 2 últimos años, Gemmaji y yo hemos compartido hogar en Lucknow, India, con una familia de cuatro personas, con 2 hijos de menos de 3 años. Al principio, fue difícil abandonar la privacidad y las “libertades”. Estábamos acostumbradas a descansar y estar solas en casa entre los retiros con Ajayji en India y por todo el mundo. De repente, dos pequeños seres humanos tenían un objetivo primario en la vida: invadir nuestro espacio (ir directos a por las tijeras, la flauta, el portátil).

Poco a poco, nos dimos cuenta de que nuestro amor por esos pequeños hacía nuestra práctica de meditación más profunda y madura. En la vida hay espacio para ambas cosas.

Otros milagros: muchos “practicantes serios” entran en nuestra casa y al cabo de pocos minutos de estar jugando al cucu-trás se olvidan de todas sus penas. Estar con niños puede ser una de las mejores curas para muchas de las enfermedades mortales y más comunes del camino espiritual, como el perfeccionismo, la rigidez, la auto-preocupación y pérdidas de perspectiva.

Pobreza en medio de la plenitud

Aunque a algunos meditadores ya les valdría con estar pintando con niños, las personas que tienen hijos quieren encontrar un sitio donde puedan practicar y estar con la sangha. Silencio y niños pequeños no siempre van de la mano, pero el hábito y los prejuicios culturales muchas veces cierran las puertas a las familias del Dharma de forma innecesaria. Hace unos años, una mujer acababa de decidir que iba a meterse a monja en Asia cuando de pronto descubrió que estaba embarazada. Ahora es madre de un hijo encantador, pero algunos ashrams la rechazan y no puede acudir a casi ningún retiro. Muchos retiros y centros siguen tendencias culturales que favorecen a los que no tienen “necesidades especiales” como es el cuidado de los hijos. Muchos de los facilitadoras nos dejamos llevar por la tendencia de estar siempre ocupados y no tenemos tiempo de volver a evaluar nuevas formas de organizar retiros o de impartir enseñanzas espirituales.

Los padres, especialmente con hijos con necesidades especiales, pueden solicitar ayuda para que los detalles prácticos no invadan sus corazones y sus vidas. Los padres no pueden dejar sus hijos a cualquiera, por lo que los amigos con sensibilidad en la sangha adquieren gran importancia. Además de que tenemos que valorar, formar y pagar a los cuidadores profesionales mucho más, los cuidados que prestan estos amigos pueden ayudar a los padres y a los que no son padres a entender lo que nuestro antepasado Zen, Dogen, denominó “realización práctica”.

Expandiendo nuestro corazón de padres

Aunar vida espiritual y niños puede revelar el 5º Brahma Vihara, o lugar de ilimitado descanso para todos nosotros. Las personas que no tienen hijos pueden profundizar en su práctica pasando unas pocas horas a la semana jugando con los pequeños: 1) Abandonando la seriedad y recordando la espontaneidad, la dicha y la sorpresa, que es el corazón de la espiritualidad; 2) Dejando que el amor llene nuestra capacidad de estar presentes, firmes y confiados en la vida. Las ideas superficiales de libertad pueden llevarnos a aceptar la participación creativa en un mundo que nos necesita. (Al fin y al cabo, la necesidad es la madre de todo invento). 3) Despertando el sentido de la responsabilidad de un padre sobre el mundo que estamos dando a nuestros hijos.

Hace siglos en Japón, Dogen escribió sobre liderazgo, sangha y expansión de la capacidad del corazón: “La palabra en chino para líder espiritual, weino, procede de la palabra en sánscrito que significa: “el que hace que la comunidad se regocije”,... “el gozo de la comunidad.’... Con compasión cuidas de los que llegan, alimentas a la comunidad. Haces del corazón de la comunidad tu corazón, y lo que piensan sobre el Camino, tu pensamiento. El corazón de los padres lo haces tuyo, así como el de los más pequeños también. Si practicas de esta forma serás como un barco con timón en un río ancho, o como la lluvia en un tiempo de sequía.” (pp. 242-5, Enlightenment Unfolds, Dogen, tr. Kazuaki Tanahashi)

Es cierto que tenemos que ver nuestra vida como un todo, pero ese todo tiene que incluir a los que vienen después de nosotros. Tenemos que incluir a los que están más allá de la familia inmediata, de la vecindad, la sangha, religión o país. Tenemos que vernos humildemente a nosotros mismos no sólo como descendientes espirituales, después de nuestros facilitadoras y de los sabios del pasado, sino también como los ancestros de futuras generaciones.

Es posible que sentimientos superficiales de independencia, conveniencia y “libertad de elección” nos hayan atraído a muchos y nos hayan alejado de la básica realización del ser humano. Es posible que tengamos que tener la confianza de participar más profundamente en el yoni de Buda, dejando que el misterio de la vida se apodere de nuestras vidas desde dentro hacia afuera, aunque, algunas veces, la vida se convierta en algo molesto, exigente y caótico.

Los integrantes de Open Dharma animamos a otros a superar la dualidad entre iluminación y paternidad, por lo que he decidido, después de dos años de consideración, experimentar esta no dualidad en primera persona. Si todo sale bien, daré a luz a un hijo en noviembre o diciembre de 2007. (Por descontado, los detalles familiares serán un misterio). Open Dharma continuará ofreciendo retiros y apoyo y creemos que las enseñanzas se enriquecerán durante este “experimento”. Por razones prácticas, tengo que quedarme en España para tener el niño, a pesar de que tengo un médico maravilloso en mi país y la comunidad en India. Un poco incómodo para mí, pero dejemos que la vida nos conduzca sin reservas.

Jaya Ashmore

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